CIU: EL GOBIERNO DE LOS PEORES
Alfons Quintà
Artur Mas ha acabado instalándose en unas tonterías tan extremas que criticarlo puede obligar a rebajarte. Si esto continúa así, ya veremos en qué cloaca intelectual acabaremos. Habrá que decir adiós al muerto y enterrado 'seny' catalán y a nuestra vieja pasión por la concordia.
Hay verdades y hay mentiras. Pero sobre todo existe un inmenso campo de temas opinables. Hace semanas que Mas se sitúa fuera de esta tríada, para instalarse en el terreno del griterío grotesco. Abusa tanto de ello que hay que hacer esfuerzos para no ser arrastrado. Para recuperar la serenidad, se puede tener presente una frase del gran emperador Antonino Pío (86-161): "Mi venganza es no ser cómo son ellos".
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El viernes, el president Mas dijo a trescientos altos cargos de la Generalitat: "Sois los generales de un ejército con una misión histórica". Se trataba, dijo, de "cambiar la historia" mientras también se refería a cambiar la relación con España "en dos legislaturas". ¿Será en dos legislaturas y por la mañana o en dos legislaturas y por la tarde?.
Una fuente de CDC me dice que "esto no se lo puede creer nadie". Añade: "Mas hizo este numero para neutralizar a Oriol Pujol y a Felip Puig, que controlan CDC. Estamos en el marco de una "guerra de jefes" que estimula retóricas peligrosas, como ya pasó en 1934, culminando en el ridículo seis de octubre. Nadie lo quería, pero fue el preludio de la guerra civil".
Tanta barbaridad excita a tomárselo a coña. En especial, por el desprecio de la realidad inmediata y concreta que implica. Pero éste no ha sido nunca mi estilo. Prefiero contrastar las sandeces con las realidades probadas.
Una de estos realidades me la expuso hace años Josep Maria Bricall, catedrático y después rector de la Universitat de Barcelona, viejo colaborador directo de Josep Tarradellas, ex conseller de Gobernación así como exdiputado independiente elegido en la lista del PSC.
Sargentos, no generales
Hay verdades y hay mentiras. Pero sobre todo existe un inmenso campo de temas opinables. Hace semanas que Mas se sitúa fuera de esta tríada, para instalarse en el terreno del griterío grotesco. Abusa tanto de ello que hay que hacer esfuerzos para no ser arrastrado. Para recuperar la serenidad, se puede tener presente una frase del gran emperador Antonino Pío (86-161): "Mi venganza es no ser cómo son ellos".
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El viernes, el president Mas dijo a trescientos altos cargos de la Generalitat: "Sois los generales de un ejército con una misión histórica". Se trataba, dijo, de "cambiar la historia" mientras también se refería a cambiar la relación con España "en dos legislaturas". ¿Será en dos legislaturas y por la mañana o en dos legislaturas y por la tarde?.
Una fuente de CDC me dice que "esto no se lo puede creer nadie". Añade: "Mas hizo este numero para neutralizar a Oriol Pujol y a Felip Puig, que controlan CDC. Estamos en el marco de una "guerra de jefes" que estimula retóricas peligrosas, como ya pasó en 1934, culminando en el ridículo seis de octubre. Nadie lo quería, pero fue el preludio de la guerra civil".
Tanta barbaridad excita a tomárselo a coña. En especial, por el desprecio de la realidad inmediata y concreta que implica. Pero éste no ha sido nunca mi estilo. Prefiero contrastar las sandeces con las realidades probadas.
Una de estos realidades me la expuso hace años Josep Maria Bricall, catedrático y después rector de la Universitat de Barcelona, viejo colaborador directo de Josep Tarradellas, ex conseller de Gobernación así como exdiputado independiente elegido en la lista del PSC.
Sargentos, no generales
Bricall me dijo, y me autorizó formalmente a reproducirlo, que un día Jordi Pujol le dijo: "Te equivocas al querer rodearte de generales, lo que hay que hacer es rodearse de sargentos". Cómo es notorio, Bricall es una de las personas más honestas que hay en Catalunya, desde la Transición acá. Nadie lo puede acusar de haber mentido nunca. Aplicado el criterio de Pujol I al caso de Mas, resultaría que éste podría aspirar a ser sargento, no a comandar a trescientos hipotéticos generales.
Hay otro dato concordante que ya he expuesto alguna vez. Tuvo efecto en el seno de uno de estos grupitos que se forman después de un acto político. En este caso, de CDC. En el grupo había seis o siete militantes de la entonces llamada ala "arnada" [apolillada] de CDC, mote irónico encontrado por el divertido roquista Jaume Camps, por contraposición a "ala armada". Sin coña, se los bautizaba "históricos", por haber estado con Pujol I ya desde antes de la creación de CDC.
Muchos de estos históricos acabaron siendo críticos con Pujol I. Fue el caso de Jaume Casajoana (1930-2001). Yo conseguí, con muchos esfuerzos, que podría detallar palabra por palabra, que Pujol I lo nombrara primer director general de la Corporació Catalana de Ràdio y Televisió, como condición indispensable para que yo aceptara ser –de lo cual estoy arrepentido– director general de proyecto de TV3, cargo que Pujol me estuvo ofreciendo durante dos años. Personalmente, quería tener un amparo político. No solamente Pujol no había pensado nunca en Casajoana, sino que, repito, me costó que lo aceptara. Lo escribo con solemnidad y absoluta veracidad.
Ni secretarias, sino criadas
Volviendo a aquel grupito circunstancial, donde estaban Casajoana y Ramon Trias Fargas, uno de los históricos de CDC (que no cito porque creo que está vivo) se quejó del patente personalismo de Pujol I. Dijo: "Jordi (Pujol) sería feliz trabajando sólo con la ayuda de dos o tres secretarias".
Ramon Trias, con aire y expresión inherentes a la ironía británica, le respondió: "Siento decíroslo, pero Pujol no necesita secretarias: lo que quiere son criadas". O sea que nada de generales. Ni de secretarias. La cosa se situaba entre las dignas profesiones de sargento o de criada. En Banca Catalana, Pujol había obrado igual. No se fiaba ni de su padre, a pesar de que éste era el principal accionista. Ya he escrito como Florenci Pujol recorrió honestamente a mi persona –que todo lo que sabía lo publicaba– para intentar saber cómo iba aquel banco mal gestionado por Pujol I. Allí tampoco había generales.
Vamos a otro hecho rigurosamente cierto y más reciente. Yendo yo acompañado (por lo tanto, teniendo un testigo) me encontré, en los últimos años de la presidencia de Pujol I, con un alto dirigente de CDC. Es decir, del nivel que sólo lograron Miquel Roca, Ramon Trias, Macià Alavedra, Josep Maria Cullell y Lluís Prenafeta.
Liquidados para ser válidos
A aquel alto dirigente de CDC le dije que Pujol sólo solía elegir colaboradores de segunda, de tercera, o de cuarta fila. Hubiera podido dar muchos nombres, pero no hizo falta. Él ya lo sabía.
Riendo, mi interlocutor me dijo: "Alfons, te tenía por más inteligente". No supe qué decir. Lo aprovechó para agregar: "¿Sólo ahora te enteras de que esto siempre ha sido así?" Seguro que ahora aquel alto dirigente no se traga esto de los trescientos generales. Hace muchos años que tiene muy claro como la cosa funciona, piramidalmente.
A continuación añadió: "Tengo muy claro desde hace años que Pujol evita las personas de valía. Me ha sido muy útil. Cuándo he querido cargarme a alguien del propio partido, o de la Generalitat, que me molestaba, he ido a Pujol y le he dicho: 'Esta persona vale mucho, hará una gran carrera política'. En el supuesto de que lo quisiera destrozar definitivamente, le he dicho a Pujol: 'Podría ser un sucesor tuyo'. Entonces el personaje ha quedado frito para siempre jamás. Este método nunca me ha fallado".
Le dije a mi interlocutor que, años antes (a principios de los noventa), un alto dirigente de CDC (fue Jaume Casajoana) me había dicho que Pujol I sólo pensaba en que su sucesor fuera su hijo Oriol, como Pujol II, para decirlo en términos de monarquía absoluta. Me dijo que él también lo creía. Él tenía claro que Pujol pensaba en Mas como un mero regente. Que conste que no uso las palabras sargento ni criada, porque, como Antonino Pío, soy más ponderado en las expresiones y las imágenes que Artur Mas.
Este es un gran tema: el abuso de las imágenes, por no decir de la pura demagogia. ¿Cómo se puede pretender un pacto fiscal a base de presentar en el Parlament un par de páginas con juicios de valor y con afirmaciones retóricas? ¿Cómo se puede olvidar que son momentos de solidaridades y, sobre todo, de pacificación a todos los niveles? Lo dijo Javier Solana hace pocos días en Terrassa. Es una obviedad incuestionable.
Rescate español y a la vez Estado propio
Hablar simultáneamente de rescate de Catalunya por parte del Estado y de referéndum "con la bandera del Estado propio" no tiene ningún tipo de sentido, excepto el de evitar que los catalanes constaten hasta qué punto la actual Generalitat ha tenido una gestión desastrosa, catastrófica.
De hecho estamos ante un caso de los contemplados por una frase irónica anglosajona: "Si no puedes gestionar bien una empresa pequeña intenta hacerlo con otra mayor grande". Repito que es una frase sólo irónica.
No es nada forzado aplicarla a Mas. No ha sabido encarar la crisis, ni resolver problemas tan elementales (y caros) como el sistema de propaganda mediática de la Generalitat, presidido por la surrealista e infame TV3. Pero quiere "cambiar la historia", algo más complicado. Pero los clamores genéricos, cuando fallan, y lo suelen hacer siempre, tienen la ventaja de permitir excusas también genéricas. En cambio, el análisis de los problemas concretos sirve mejor para retratar la incapacidad para resolverlos de los políticos inútiles y demagogos.
Artur Mas está demostrando ser la antítesis de su imagen inicial de "buen chico". Cuando llegó a la presidencia, esta imagen había hecho decir a un diputado socialista: "Pobre Mas". Los que ahora damos pena somos los catalanes. Como muestran las encuestas, empezando por una encargada por CDC y revelada por Eldebat,cat, muchos antiguos votantes de CDC se alejan de ella. Pero no encuentran una alternativa seria, clara y valiente, sin complejos. Estamos en un momento en que hay fuerzas que han asumido una política demagógica y destructiva, mientras que las fuerzas que tendrían que tener una constructiva no saben hacia donde tienen que ir ni cómo hacerlo.
Ya veremos si finalmente será el maximalismo creciente de Mas, alimentado por lo que es una auténtica guerra de sucesión entre él y la familia Pujol, el que, por rechazo, acabará mostrando un nuevo camino. Parafraseando a Antonino Pío, tendrá que ser un camino que no sea el suyo. Éste está marcado por una retórica independentista de geometría variable, concebida sólo para esconder su deseo de poder omnímodo y eterno.
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