Manifiesto por la Refundación del Nacionalismo Patrio (Izquierda Nacional de los Trabajadores, INTRA)
LA MARCA HISPÁNICAMANIFIESTO POR LA
REFUNDACIÓNDEL NACIONALISMO PATRIOIZQUIERDA NACIONAL DE LOS TRABAJADORES(INTRA)
El denominado Reino de España es
uno de los pocos países europeos que no ha desarrollado un nacionalismo político
normal, moderno, es decir, compartido por la mayoría de los ciudadanos. De
hecho, existe un nacionalismo español, pero encerrado en guetos y ámbitos harto
minoritarios de la extrema derecha antidemocrática. Este nacionalismo se
confunde con la dictadura del general Francisco Franco y otros episodios
polémicos de la historia de España.
Para el nacionalismo español
actual, ser español significa, en primer lugar, hablar castellano. Si eres
español, habla español, sostenía la propaganda del régimen franquista. Cuando un
catalán habla catalán es como si hablara un idioma extranjero. El catalán no ha
sido considerado una lengua española por parte de los “nacionalistas”, incluso
se le ha negado su condición de idioma y, así, a la postre, ha sido el mismísimo
nacionalismo español el que ha generado un nacionalismo catalán reactivo que les
toma la palabra a sus adversarios y defiende la lengua propia como núcleo de una
nación separada. Otro tanto puede afirmarse de los vascos y de los gallegos,
pueblos hispánicos con idioma diferenciado que, en mayor o menor medida, han
seguido los pasos de Cataluña hacia la secesión. En un nacionalismo regular y
templado, un catalán sería español cuando hablase catalán y en tanto que
catalán, es decir, sin necesidad de añadir bilingüismo alguno a su cultura y
mentalidad. Siendo todo ello perfectamente compatible con el hecho de que
exista, por razones obvias, una lengua común, la castellana, compartida por
todos los ciudadanos del país. Pero esa lengua no tiene que ser ni más ni menos
española que sus hermanas. Desde el punto de vista político, el castellano
debería ser, en última instancia, y excepto para los castellanohablantes de
nacimiento, un mero requisito técnico que nos permitiera comunicarnos como
ciudadanos hispánicos herederos de distintas tradiciones culturales.
Por si fuera poco, para el
vigente nacionalismo español de extrema derecha, además de hablar castellano, un
español auténtico tiene que ser católico practicante e incluso católico
preconciliar (fundamentalista). Los españoles ateos no serán, en cualquier caso,
reconocidos como “buenos españoles”; ya no digamos todos aquellos colectivos que
vulneran alguno de los preceptos de dicho dogma religioso: homosexuales,
matrimonios civiles, mujeres que han decidido abortar, etcétera. Tampoco pueden
ser españoles los trabajadores, porque un buen español ha de ser “de derechas” e
identificarse con el tipo de sociedad que correspondió a las épocas hegemónicas
de la historia nacional. Pero ese tipo de sociedad será siempre, visto desde una
perspectiva moderna, necesariamente conservador. Erigido en arquetipo o modelo
político, semejante idea de España sólo puede nutrir programas de la derecha más
rancia. En consecuencia, los trabajadores, es decir, la gran mayoría de la
población, cuyo voto tiende a orientarse hacia la izquierda, no pueden sentirse
españoles de verdad y rechazan el nacionalismo como una ideología retrógrada,
residual. Siguiendo la misma lógica reaccionaria que las anteriores, los
españoles deberían ser monárquicos: un español republicano es sospechoso de
traición a la patria, por cuanto en sus mejores tiempos España fue una
monarquía. Ese mismo mecanismo arcaizante transforma el nacionalismo español en
algo incompatible con la democracia: el patriotismo tiene que devenir a la
postre, por necesidad, dictatorial, antidemócrata y, consecuentemente, hostil a
los derechos básicos de los españoles y del propio pueblo español en tanto que
fundamento constituyente de la soberanía nacional.
En definitiva, el nacionalismo
español de extrema derecha, el único realmente existente hasta la fecha, se ha
basado en la exclusión de toda suerte de sectores y segmentos sociales, del
pueblo en cuanto tal, y en la reducción de España a una secta cristiana
violenta, ultracatólica, etnicista castellana y reaccionaria. ¿Cómo puede
entonces extrañar que los “patriotas españoles” sean únicamente aquéllos pocos
grupúsculos que se reúnen en actos cuyas cifras de asistencia no superan nunca
el millar de personas? El nacionalismo español ha fracasado una y otra vez. Y
con él, lamentablemente, ha fracasado también España como país, pues un Estado
sin un imaginario nacional pacíficamente compartido está, ayuno de legitimación,
condenado a fragmentarse. El denominado Estado de las Autonomías representa la
etapa actual de un proceso de descomposición del Estado español que se podrá
retrasar más o menos con fórmulas federalistas, pero que no se detendrá hasta
consumarse si antes no analizamos y comprendemos las causas del fenómeno. De esa
comprensión puede y debe surgir, empero, un movimiento nacionalista hispánico de
izquierdas, laico, republicano y plurilingüe cuya primera tarea es romper
simbólicamente con la extrema derecha de manera ostensible. El nacionalismo
español opera como un verdadero obstáculo –aunque pretenda lo contrario- para la
defensa de los intereses nacionales. Por eso hablaremos de nacionalismo
hispánico y de catalanismo de la Marca Hispánica, porque si no lo hiciéramos así
seríamos devueltos ipso facto, por los medios de comunicación y la
propaganda del sistema oligárquico imperante, al reducto sitiado de la extrema
derecha españolista.
La refundación del
nacionalismo patrio como nacionalismo hispánico
Nosotros damos por muerto y
enterrado de iure el falso nacionalismo español. Tal ha sido su
descrédito, que todo intento de recuperarlo tiene que concitar el rechazo de la
mayoría de los ciudadanos. Ese nacionalismo provoca una mezcla de miedo,
desprecio y asco. Pero, ¿sería posible un nacionalismo hispánico? Para
expresarlo de forma llana e inequívoca: un nacionalismo que se fundamentara en
Hispania, realidad histórica anterior al Reino de España y, por tanto, a la
cristianización del país. Pero lo que nos interesa de aquella Hispania no es,
por supuesto, la estructura social antigua, sino su carácter de concepto
exclusivamente político oriundo de Roma. La Hispanidad se refiere en primera
instancia a la noción de “lo político” como algo situado por encima de la
economía y de la religión, no a la comunidad cultural con los países de habla
castellana. Hispánico es aquello que nosotros, en cuanto pueblo, hemos heredado
de Europa y, por ende, de la civilización. En este sentido refundaron Hispania
los pueblos germánicos godo y franco a partir de la Marca Hispánica, una entidad
administrativa y militar del Sacro Imperio Romano-Germánico cuyo territorio,
pero también su espíritu y proyecto político, se corresponde con el núcleo
histórico de Cataluña. Por el mismo motivo, la refundación del nacionalismo
hispánico tiene que ir acompañada de una refundación del catalanismo y del
concepto de la Catalanidad más acá de toda forma de separatismo, federalismo o
autonomismo, pues éstas no son más que distintas fases del proceso
independentista catalán conducente a la destrucción de Hispania.
El paisaje de aquel territorio
fundacional, embrión de la Marca Hispánica, es la comarca vieja de Empúries, con
centro en la actual ciudad de Figueres. Y fue Figueres, también, la última
capital de la Segunda República Española. Figueres niega la legitimidad del
franquismo como punto de partida de la falsa transición democrática que ha
desembocado en la actual crisis del Estado. La Marca Hispánica expresa, por otra
parte, lo esencial de la Catalanidad y de la Hispanidad entendidas en el sentido
indicado y al margen de cuestiones religiosas, económicas y culturales, las
cuales quedan, en este concepto, automáticamente, subordinadas al carácter
político, cívico, del Estado Hispánico.
Hispania quiérese una nación
moderna con cuatro lenguas oficiales y capitalidad en Barcelona; un Estado
unitario, es decir, sin autonomías; un Estado con una nueva bandera, un nuevo
himno, un nuevo sentido de lo nacional; un Estado social, que cifre su
patriotismo en la defensa de los derechos de los trabajadores; un Estado
democrático basado en la participación de todos los ciudadanos, de abajo a
arriba, desde los municipios a las grandes cámaras de representación. Queremos
volver a sentir que pertenecemos a una patria. No combatimos el nacionalismo
separatista desde un presunto no-nacionalismo (PP, Ciutadans), sino desde otro
nacionalismo, la Marca Hispánica, que supera los anteriores y los arroja al
basurero de la historia.
En el año 2010 se fundó en
Figueres la Izquierda Nacional de los Trabajadores (INTRA) como partido político
que representa, por primera vez en la historia de los pueblos hispánicos
modernos, este proyecto de refundación nacional. Antes de que existieran
partidos como Podemos u otros populismos de izquierdas, la Izquierda Nacional de
los Trabajadores (INTRA) ya esgrimió un proyecto nacional, a la vez patriótico,
social y rotundamente de izquierdas.
Por todo lo expuesto,
Manifestamos:
1/ que nuestra patria no es el
actual Reino de España, pero tampoco los ficticios Països Catalans del
independentismo, sino una República Hispánica unitaria, laica, social de los
trabajadores nacionales.
2/ que la refundación nacional
entraña una serie de cambios simbólicos en la capitalidad del Estado, las
lenguas oficiales, la bandera, el himno e incluso la denominación oficial del
país.
3/ que tenemos la voluntad de
construir nuestra patria como catalanistas leales a Hispania desde Figueres y la
Marca Hispánica, superando aquí, de manera pacífica y democrática, el conflicto
entre españolismo e independentismo, entre constitucionalismo y separatismo,
pues ni la actual constitución, ya caduca, ni el proyecto secesionista,
totalmente ilusorio, pueden provocar otra cosa que la fractura social entre los
ciudadanos autóctonos.
4/ que a tales efectos fundamos
hace ya cuatro años la Izquierda Nacional de los Trabajadores (en Cataluña:
Esquerra Nacional dels Treballadors), INTRA, una palabra latina que significa
dentro, pues es el corazón mismo del país el que está amenazado por los recortes
sociales, la corrupción, la crisis moral de las instituciones, la política de
inmigración, el paro endémico, el terrorismo islámico y el enfrentamiento
interétnico.
5/ que tenemos vocación de
participar en los procesos democráticos, y por tanto en las elecciones
municipales, para iniciar nuestra andadura política y poder combatir desde las
instituciones todas las injusticias que se cometen contra los trabajadores
nacionales, sin importar que éstos hablen catalán, castellano, vasco o gallego;
todo ello como primer paso en la extensión del proyecto de izquierda nacional al
resto del país.
Y para que así conste firmamos
este manifiesto y nos comprometemos a no cejar en nuestra lucha hasta que estos
objetivos hayan sido alcanzados.
Izquierda Nacional de los
Trabajadores (INTRA)
En Figueres (Marca Hispánica),
13 de febrero de 2014
¿Qué ámbito teneis? ¿Español, catalan, Figueras?
ResponderEliminarHispánico. Pero nos queremos implantar en el territorio de la Marca Hispánica con base municipal y luego ir avanzando a Girona, Cataluña y el resto de Hispania.
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